La Fragua. Artist Residency. Belalcázar, Córdoba 2010-2016

La Fragua. Artist Residency. Belalcázar, Córdoba 2010-2016

03.11.2023 - 14.01.2024

Centro de Arte Rafael Botí

Córdoba, Spain



curated by:   Gabrielle Mangeri y Javier Orcaray Vélez


ATOI, Agustín Villasana, Anders Grønlien, Ángel Masip, Bárbara Massart, Beatriz Sánchez, Culturhaza, Cosima Jentzch, Christian Hoel Skjønhaug, David Bestué, Enrique del Castillo, Fernando M. Romero, Frederike Kaiser, Gabrielle Mangeri, Gio Soifer, Hisae Yanase, Iraida Lombardía, Iván Izquierdo, Jacinto Lara, Jacobo Castellano, Javier Arce, José Manuel Egea, Julia Soler, Laia Arqueros, Laia Estruch, María Ptqk, Miguel Álvarez Fernández, Nathalie Haüsler, Nathalie Mohadjer, Nico Angiuli, Nicolas Clément, Olga Micinska, Pablo Capitán de Río, Pablo Gallego, Paulina Michnowska, Romain Mader, Stephanie Roland, Taller de Casquería, Tere Recarens, Teresa Mulet, Vanessa Donoso



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La Fragua. Artist Residency.Belalcázar, Córdoba 2010-2016




«Hoy el viento es poderoso, pero no es él quien lo dice sino las ramas de la encina».

Ida Vitale



En diciembre de 2010, tras largos meses de negociaciones con las trece hermanas Clarisas y el Ayuntamiento de Belalcázar, la Asociación La Fragua para las Artes en el Medio Rural fija su sede en el Convento de Santa Clara de la Columna. Fue un acto de generosidad y confianza. Teníamos un plan difícil de transmitir a dos instituciones alejadas del arte contemporáneo, sin embargo, nos confiaron la regeneración de un espacio histórico cerrado: el ala norte del convento. Una nueva vibración para la comunidad.


La Fragua fue inicialmente un acto sencillo. Limpiar y pintar, desbrozar y plantar, invitar a artistas a compartir el espacio, programar actividad cultural. Hacerlo a diario. Hacerlo a diario durante seis años. Aprender haciendo.

Bajo esa inercia los distintos hábitats del convento: la «Sala del Barco», la «Enfermería», el «Dormitorio» y el «Huerto», fueron encontrando sus usos conforme se fueron usando. Pronto nos vimos desbordados gracias a más de 200 artistas que fueron llegando de todo el mundo. En ese lugar amurallado encontrábamos los sueños que parecía que faltaban a otras cosas.


Entonces, ¿qué fue La Fragua artist residency? ¿Una residencia para artistas, un centro de arte en el medio rural, un espacio de investigación? ¿O quizá simplemente un convento donde sucedían cosas? Hoy sigue siendo inapropiado (mejor así), dar una respuesta acotada. Sin caer en la nostalgia, La Fragua fue un proyecto personal, vida arte/arte vida, pero la memoria es multidireccional cuando nos enfrentamos a un recuerdo vivido de manera tan intensa por una comunidad heterogénea, local y extranjera.


El recorrido de la exposición refleja esa dualidad, la fragilidad del recuerdo personal y el potencial de una reflexión común a partir de una serie de temáticas que ofrecemos.

Comencemos:


Imaginemos la Fundación como un gigante tierno, tan alto como el propio edificio. Con los pies de barro en el patio, pisa la precariedad de nuestros suelos expuestos al devenir de las insensateces. Gigante caminante y campesino, sensible a la herencia natural, mira a su espalda y allá donde descansó para disfrutar en compañía, vuelve a encontrar el terror de la desolación. Al tener los pies de barro se descompone, no dejando huella, mas el recuerdo y la fábula.


Sus tripas están en la primera planta. Seis años de cuentos han ido forjando una idea de la oralidad como vehículo estimulante para conocer mejor este campamento que es Belalcázar. El gigante escucha y pregunta. Curioso, come todo lo que le ofrecen: piedras, ovnis, lobos, canciones olvidadas, relatos de vecinas,… y esa dieta le abre el apetito. Comienza a dudar sobre el relato oficial, donde la continua asociación entre memoria colectiva e identidad de grupo le resulta un marco de referencia reduccionista.


Arriba, en la segunda planta de la Fundación, su cabeza, sus orejas, los ojos y la boca. Al gigante le cuesta entender qué está pasando por la mente de los artistas pero aprendió un día, que quizá, todo es un principio de incertidumbre. En seis años los ha visto trabajar con materiales del pueblo que parecían ignotos de tan asimilado se tenía el paisaje que componían. Ha visto también, cómo un convento es muchas cosas. También paredes y un techo, una casa para jugar.